“El hecho es que Viña del Mar, considerada como pueblo, nació entonces a la vida porque es propiamente la hija de los rieles”, expresa Benjamín Vicuña Mackenna en su libro Crónicas Viñamarinas, sobre una época en la que la Ciudad Jardín constaba de pocas edificaciones, dentro de las que se contaba la estación de trenes de El Salto.
A mediados del siglo XIX, Valparaíso era el puerto de la capital y se hacía indispensable la línea férrea que los comunicara en el intercambio de bienes. La construcción de la misma se inició en 1852, para ser inaugurada tres años después.
El Salto era más bien un punto de abastecimiento antes que de pasajeros. Sin embargo, con la aparición de industrias en la zona, fue aumentando la utilización de la estación por parte de los trabajadores que venían a cumplir sus funciones.
Con el tiempo, se sumaron otras paradas: Laboral y Colegio Alemán. La primera se ubicaba cerca de la curva hacia el Jardín Botánico y la segunda recibió el nombre del establecimiento educacional que se instaló en el barrio en 1988. Para ese momento, la línea era administrada por el Metro Regional de Valparaíso.
Pero recién entrado el siglo XXI, el servicio de trenes fue modernizado y adoptó el nombre de Metro Valparaíso. En este proceso, llamado la “IV Etapa”, se determinó que Laboral y Colegio Alemán no reunían las condiciones demográficas para considerarse necesarias y fueron clausuradas, optándose por dejar sólo la estación El Salto.
Así, esta parada del barrio industrial de Viña del Mar ha persistido en la historia, sirviendo a pasajeros porteños y viñamarinos por más de un siglo y medio.